Cuando tengáis edad para comprender ciertas cosas y comencéis a preguntar: «¿Qué pasó durante la pandemia de 2020?» será difícil que la cabeza no os estalle.
Cuando vuestro padre os exponga quién manda en el mundo, cuáles son sus tácticas y de qué forma hemos sido sometidos tal vez penséis que estoy loco.
Pero cuando también analice a quienes han llevado al extremo las sospechas llamadas conspiranoicas comenzaréis a comprender la necesidad del matiz perpetuo para entender el mundo.
Ya no es un lastre ser imbécil para medrar en este planeta 3.0 de mierda que flota en una inmensidad local. De hecho, es imprescindible serlo. Nadie está a los mandos, sólo criaturas mediocres, incompetentes, ignorantes y estúpidas, comandadas por unos pocos psicópatas de sonrisa fácil y campaña de marketing llena de emocionalidad cutre.
Nadie comprendiendo, de forma profunda, la biología de un virus peligroso pero manejable con las herramientas ya existentes aunque demasiado baratas.
Nadie aprendiendo de los países que han controlado la pandemia. Nadie tomando las medidas que nos protegerían de la enfermedad y del desastre económico.
Quizá porque el desastre beneficiará a 17 fondos de inversión que manejan 50 millones de millones de dólares. 200 personas en total que dirigen el mundo, con poder para quitar gobiernos (si, también el de EEUU), decidir políticas con geoestrategia criminal, sangrar a zonas enteras y ser, en toda la extensión de la palabra, unos sacos de mierda.
Los progres de salón patrios y extranjeros sometidos a las gilipolleces de las identidades de género, el ecologismo chorra y el feminismo de guardarropía pero, en realidad, entregados a un neoliberalismo igual de criminal que siempre. Oye, eso sí: con formas guays y ganas de tomar unas cañas en malasaña, en reuniones llenas de «empatía», chistes privados irónicos y fatiga intelectual por ser tan irremediablemente molones.
La medida última de que todo ese progresismo vacío (lleno de soflama y pose) es una trampa, es que ha sido adoptado por las corporaciones: ellas sí que son inclusivas, antirracistas, feministas y ecologistas. Un virtue signaling tras otro de manipulación emocional para marujas tontísimas.
Mientras tanto, en Arabia Saudí, Afganistán o Irán, mujeres con auténticos ovarios son decapitadas, ahorcadas o encarceladas por reclamar unos derechos de los que sí carecen. Irene Montero, mientras tanto, se dedica a buscar lenguaje sexista en textos de juguetes: un LOS donde debería poner… ¿Qué?: ¿Las?, ¿Les?, ¿Lus? Qué gilipollas sideral.
Las Greta Thunberg serán promovidas a nuevo icono laico de la religión tecnocientífica, que te afirma que el cambio climático es culpa de la humanidad (del patriarcado, específicamente) y los mamarachos sin entender que nada es por casualidad: si alguien así habla en la ONU es porque a alquien le interesa que lo haga. Porque hay pasta por el medio. Money. Dinero.
Y mientras, el sol y la elíptica de la tierra, verdaderos jueces de si aquí morimos de calor o de frío, se descojonan de una especie tonta del bote.
Y las empresas de inversión que han visto el filón de la enegía verde y saben que fabricar una turbina eólica es mil veces menos eficiente que las soluciones clásicas, y que se necesita usar cobre como para alicatar la luna con él (contaminando como bestias) se parten la caja. Porque contaminar, amigo, alterar ecosistemas y matar especies, eso sí que sabemos hacerlo. Pero, ¿Cambiar el clima? ¿Unos pobres diablos como nosotros? ¿Comparados con la influencia de los ciclos solares y la inclinación del eje terrestre? ¡Ja! A otro perro con ese hueso.
Os relataré que el cáncer hubiera podido curarse hace 60 años de haber seguido el camino terapéutico y no el de la pasta gansa. Y cuando alguien intente deciros lo contrario ya habréis leído el librito de casi 2000 páginas de vuestro padre y no podrán veniros con milongas.
Y os sentiréis orgullosos de un tipo que, dede un rincón de una villa del norte de un país de mierda, de un planeta de mierda, de un sistema solar de mierda, escribió el mejor libro de la historia sobre el tema, ayudó a miles de personas y dio un corte de manga a la pandilla de cretinos que, en puestos expertos y llenos de medallas, hieden y provocan risa.
Quizá para entonces nos habrán obligado a todos a vacunarnos de una vacuna inútil, aparecerán efectos secundarios raros que serán desestimados, seguirán muriendo ancianos en residencias y los más tontos y chupapollas serán directamente promovidos a ministros, al detectarlos en la cuna. Bebés ministro porque, ¡Ey!, ¿Qué diferencia hay entre ellos (o un mono borracho) y lo que hay ahora y siempre ha habido?
¿Verdad, chicas, que estaréis orgullosos de que vuestro padre se haya dejado la piel en algo por amor? ¿De que haya alterado, siquiera mínimamente, el rumbo de la historia ayudando a otros semejantes, que nos esperan sonrientes en esa unidad de destino en lo universal que representa la muerte?
Claro que sí.
De momento, con casi 9 años, disfrutad, que vienen curvas.
Vuestro padre, que os quiere.