Este artículo os servirá para ir entendiendo quién manda en el mundo y cómo se las gasta. No podréis tomar buenas decisiones si no comprendéis, de forma global, las relaciones entre hechos del pasado y lo que ahora sucede.
Ser ciudadanos reflexivos y de mente independiente, capaces de considerar ideas que contradigan a la mayoría, será vital para vivir en el mundo que viene, cada vez más propenso a la manipulación informativa y la censura.
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El 11 de septiembre de 2001 yo llevaba unos dos años en Madrid, ciudad a la que me había trasladado con lo puesto a los 29, tras decidir abandonar la ingeniería para dedicarme a otras cosas.
Esa mañana, en el salón del apartamento donde vivía, a escasos metros de la Plaza Mayor, asistí al espectáculo de los aviones estrellándose contra las torres gemelas. Todos recordamos dónde estábamos cuando sucedió.
Yo no sólo recuerdo mi ubicación, sino lo que pensé en el momento del colapso de la primera torre: “Esa caída libre de un edificio sólo la creía posible durante una voladura controlada… ¿Cómo es posible que ese impacto y el incendio posterior provoquen semejante derribo?”.
Estudié Ingeniería Industrial. Aunque me especialicé en máquinas, no en estructuras, mi experiencia laboral posterior había transcurrido en gran parte como calculista de estructuras.
Aunque dicha experiencia era exigua, en puestos donde no aguanté el tiempo suficiente como para ser nada más que un simple técnico, y siempre tuve claro que no era la profesión para la que estaba destinado, aun así tenía suficientes conocimientos como para que el comportamiento estructural del edificio me pareciera irreal.
¿Cómo podía semejante monolito colapsar tras el impacto de un objeto relativamente liviano? ¿Debido al incendio posterior al impacto, que “derretiría” los pilares estructurales principales? Eso no explicaba que la caída de los pisos superiores se produjera a la misma velocidad que si debajo de ellos no hubiera nada, sometido a la aceleración de la gravedad. Esa caída libre debía deberse a una voladura en la base del edificio, no cabía otra posible explicación.
La caída era similar a la de tantos vídeos de voladuras espectaculares que muestran en televisión, donde los edificios “se desploman”, literalmente, con limpieza, con los pisos superiores cayendo verticalmente sobre los inferiores, sin “volcarse” ni dañar a las estructuras circundantes.
Recuerdo que pensé: “Los terroristas han debido colocar también cargas explosivas en la base y pisos inferiores… En ese caso: ¿Para qué estrellar el avión?, ¿Para añadir espectacularidad y reforzar el mensaje? Y otra cosa: ¿Cómo habrán podido colocar esas cargas en suelo estadounidense y, ADEMÁS, coordinarse con los terroristas de los aviones?”.
Las emociones que sentí ante los atentados eran quizá las mismas que casi todo el mundo había sentido pero, además, bullía en mi interior una intuición intelectualmente indefinida, algo que radicaba “en las tripas” y que me provocaba desasosiego.
Por entonces, cuando aún no se había producido mi encuentro con “el mundo del cáncer” y todas las enseñanzas sórdidas que me proporcionaría, yo aún creía que el mundo era el lugar que nos habían descrito, donde unos señores se merecían ser llamados “autoridades expertas” y donde reinaba una cierta justicia. Donde las trampas no eran la norma ni la corrupción un hecho endémico.
En esa época, la llamada “conspiranoia” no formaba parte de mi modo de pensar. No soy desconfiado por naturaleza, antes al contrario, así que me creí las informaciones posteriores y sólo constaté lo que ya sabía: que era un ingeniero mediocre. Algo se me escapaba debido a mi ignorancia en cuestiones estructurales que me quedaban grandes.
Pero esa sensación que me asaltaba no era más que la famosa disonancia cognitiva, término que por entonces ni siquiera conocía. Era un rumor interno hecho de la preciada intuición, que me decía que algo extraño sucedía, mientras a la vez chocaba con mi confianza en esos “expertos” que afirmaban que el colapso estructural era no sólo posible sino esperable tras el impacto de un avión y su posterior incendio.
Pasaron los años y me olvidé del asunto. Al parecer, un tipo muy malo, Osama Ben Laden, líder de un grupo terrorista, había decidido atentar contra el corazón del infiel usando tácticas horrendas e invirtiendo mucho dinero.
Pero, de pronto, un buen día, bastantes años después, aterricé no sé cómo en la web de una organización llamada “Ingenieros y Arquitectos por la verdad” https://www.ae911truth.org/languages/spanish
En ella se afirmaba que la caída de los edificios el día 11 de septiembre de 2001 podía haberse debido a una voladura controlada y que NO era posible que el colapso sucediera tras impacto e incendio.
Esa afirmación, debido a la negativa oficial a considerarla posible, apuntaba a una hipótesis aterradora: la de que el ataque pudo haber sido provocado o facilitado desde el interior, por miembros del gobierno de los Estados Unidos.
Un atentado “de falsa bandera” que, estudiando lo que sucedió inmediatamente después del ataque, parecía tener como objetivo que la opinión pública, nacional e internacional, aceptara sin rechistar el ataque posterior a países supuestamente implicados. El motivo último sería la codicia, escondida como represalia y lícita defensa: al gasto en armamento que iría a los bolsillos del complejo militar industrial se sumaría la expropiación y expolio posterior de la riqueza de los países invadidos.
Pero también la potencial muerte y desplazamiento de millones de seres humanos. La maldad absoluta.
La web no estaba mantenida por unos frikis neuróticos incapaces de ligar en las fiestas, sino por catedráticos y expertos de todo el mundo, con décadas de experiencia diseñando y construyendo estructuras que pasaban las pruebas del tiempo y se mantenían en pie; técnicos acostumbrados a tener en cuenta condiciones extremas (impactos, incendios, terremotos, vientos huracanados y embates marinos) con estructuras PRÁCTICAS, REALES.
La diferencia entre expertos en medicina o científicos básicos y Arquitectos e Ingenieros es que estos últimos deben probar que sus soluciones son factibles EN EL MUNDO REAL. Los tratamientos médicos fallan una vez tras otra y la “ciencia” determina constantemente dogmas teóricos aterradoramente pseudocientíficos. Y nadie es penalizado por ello.
Las ciencias biológicas o la medicina viven en un mar de conjeturas y el traslado a drogas patentables sólo refleja la necesidad corporativa de ganar dinero, pero NO de que produzca soluciones terapéuticamente válidas. Viven en un mundo de ideal banalidad académica sin consecuencias por ser incompetentes. Sin “Skin in the Game”.
Pero un arquitecto o un ingeniero estructural…amigo, esos DEBEN demostrar que sus soluciones son factibles, que resisten los embates de los elementos y que son seguros, o la gente muere y su credibilidad se hundiría, con razón. Tienen “skin in the game”.
Por eso los expertos ingenieros y arquitectos son harina de otro costal. Su conocimiento ha sido validado por la realidad, por la naturaleza que pone a prueba sus traslados reales a la práctica.
Es habitual que cuando un ingeniero intenta solucionar algún problema relativo a un área diferente a la ingeniería reciba el desprecio de los científicos de “sangre azul”, que abominan de su prosaica bajada a la tierra en vez de vivir en el encorsetado mundo metodológico de las placas de Petri y los tubitos de ensayo.
Pero también es habitual que esos ingenieros encuentren soluciones prácticas EFICACES y baratas, porque su frameset ha sido preparado para ello. Durante toda su vida profesional y académica han recibido este mensaje: usa la teoría, la técnica, las matemáticas y la física que quieras pero resuelve este problema, haz que FUNCIONE en el mundo real demostrando eficacia y eficiencia, en el menor tiempo posible y con el menor consumo de recursos posible. Se le dice: “No me cuentes tu vida y HAZ ALGO QUE FUNCIONE”.
Cuéntenle eso a un científico cuyo objetivo al “hacer ciencia” es “publicar” para mantener su reputación y obtener fondos para seguir publicando, en una ideal e ineficaz rueda de hámster perpetua y descubrirás una de la razones por las cuales es tan difícil trasladar a la clínica terapias realmente útiles para los enfermos.
Por eso un experto ingeniero o arquitecto SÍ es creíble.
La web de la que hablo aporta estudios de campo y científicos, testimonios de reputados expertos e informes que refutan las explicaciones oficiales. Si el mundo contase con medios de comunicación de masas basados en periodismo REAL, semejante información explosiva creíble ya habría alcanzado el corazón de todos los hogares del mundo, se habrían iniciado investigaciones y tal vez unos cuantos habrían sido condenados a permanecer en la cárcel de por vida, protegidos en aislamiento de otros presos, porque serían la escoria más baja del escalafón de los delincuentes, a la altura de los violadores pederastas.
La incredulidad en que algo tan monstruoso haya podido ser urdido por quienes supuestamente están para velar por el interés ciudadano sólo denota buen corazón: la mayoría considera impensable algo así. Pero el mundo ha asistido al asesinato de millones de personas en campos de concentración, y el atentado contra JFK ya demostró que era posible urdir una conspiración donde quizá decenas de personas estuvieran implicadas y aun así conseguir que la opinión pública no se abalanzase enfurecida contra los perpetradores de lo que fue, con toda probabilidad, un golpe de estado.
También en ese caso unos expertos oficiales afirmaron que se podían violar las leyes físicas, al sostener que una “bala mágica” pudo maniobrar en el aire para producir ella sola 7 heridas diferentes en dos seres humanos y aparecer intacta en una camilla de hospital.
Pero no busquemos conspiranoias basadas en hipótesis, por muy factibles y probables que sean. Busquemos pruebas de que el gobierno de los Estados Unidos YA había pensado hacer algo semejante. Y las tenemos: el documento Northwoods. Conjunto de archivos desclasificados, que informaban de una propuesta que formaba parte de la Operación Mangosta, nombre clave a la estrategia global para derrocar a castro en Cuba.
En los documentos (que, repito, eran OFICIALES, auténticos y desclasificados) se proponía realizar una serie de acciones terroristas en suelo estadounidense, una de las cuales habría consistido en explosionar aviones comerciales en vuelo, con pasajeros estadounidenses dentro, y culpar luego al régimen de Castro. El objetivo era que la opinión pública apoyase sin fisuras una declaración de guerra a Cuba por parte de EEUU.
https://catalog.archives.gov/id/305036
Es decir, una operación similar a la que podría haberse desarrollado en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, pero esta vez con los aviones estrellándose contra las torres gemelas y dando más dramatismo al trágico evento.
Kennedy, con toda probabilidad, se negó a esa infamia. Tal vez fue una de las razones por las cuales juró que “rompería la CIA en mil pedazos y los lanzaría al viento”. Tal vez por esa razón habló públicamente en contra del secretismo y la cultura DE LA CONSPIRACIÓN y por la cual despidió a la vaca sagrada de la inteligencia americana, el miembro de la “Skull and Bones“ Allen Dulles.
Ese hecho fue tal vez la gota que colmó el vaso. Junto con su empeño en terminar con la guerra de Vietnam y alcanzar acuerdos de paz con la URSS, quizá supuso su sentencia de muerte. No podían tolerar que quien parecía “uno de los nuestros”, quien se había aupado al poder gracias a los tratos sucios de su familia y sobre todo de su padre, el oscuro Joe Kennedy, rompiera la baraja y decidiera actuar, una vez presidente, como un hombre de paz que buscase el bienestar de la humanidad.
Vivimos desde entonces un mundo que es consecuencia de un golpe de estado encubierto, comandado por el país más poderoso, económica y militarmente, cuyo gobierno en la sombra siempre ha sido una red de burócratas al servicio de un entramado militar corporativo que lleva la psicopatía del capitalismo salvaje por bandera. Eisenhower ya alertó de esa amenaza en su alocución televisiva cuando abandonó el cargo de presidente de EEUU.
Si la “conspiranoia” suprema, el acto de depravación gubernamental más brutal desde la segunda guerra mundial, se sustenta en datos objetivos que lo hacen posible y hasta muy probable, casi cualquier cosa lo será.
Esto es el mundo, y se precipita a alguna clase de colapso similar al de las torres gemelas. O lo aceptas con toda su miseria, consideras que lo que creías imposible es posible y aceptas que estamos liderados por una casta psicopática que corrompe todo lo que toca o tu ingenuidad te arrastrará con él.